jueves, 3 de abril de 2008

Amor, dulce amor

Autora: Julieta Alvarado M.
Género: literatura juvenil.


Capítulo # 1
Faltaba poco para las seis de la tarde, Molly iba acurrucada en el asiento trasero del coche. Más o menos cada 10 minutos evitaba las inquisidoras miradas de su padre, que iba a su lado.

-George… ¿cuánto falta para llegar? - preguntó la pelirroja a su querido chofer que iba al volante.

-Una media hora señorita- respondió el anciano mirando por el espejo retrovisor a la chica.

Estaba empezando a llover cuando por fin llegaron al Instituto para Señoritas Abraham Lincoln, Molly se bajó del auto lentamente mirando la vieja mansión donde era el Internado, le pareció demasiado lúgubre para ser una escuela.

-Vamos hija, camina que la Profesora Burbaje nos está esperando- dijo el padre de Molly mientras George bajaba el equipaje y lo depositaba en el frío asfalto.

El señor Evans tocó la gran puerta de roble que se alzaba imponente en la entrada del Internado, Molly simplemente lo miraba con rencor por el mismo motivo por el cual habían discutido ya una docena de veces.

Su madre había muerto hacía un mes y como su padre todo el día trabajaba, no hubo más remedio que buscar un internado para Molly; ella se negaba rotundamente y había tenido una enorme pelea con su padre por ese motivo, aunque en el fondo no le molestaba tanto la idea de permanecer en una escuela día y noche, sino que lo que más le entristecía era no estar con su papá, porque aunque era muy estricto, ella lo quería mucho.

Una señora abrió la puerta, era alta, de pelo negro recogido en un alto moño, tenía unos ojos grises y fríos, su cara estaba surcada de arrugas y de su bolsillo derecho colgaba un llavero con muchas llaves de diversas formas y tamaños.

-Buenas tardes Señor Evans, se ha retrasado 15 minutos- dijo la Profesora Burbaje fríamente mientras posaba su mirada en Molly.

-Tú debes ser la señorita Molly – dijo la profesora con una sonrisa en los labios, pero que no se reflejaba en sus oscuros ojos.

Hizo pasar a padre e hija a un gran salón iluminado por cuatro candelabros en el techo, Molly confirmó lo que había pensado, esa mansión ya debía tener varios años de antigüedad, todo se veía muy gastado y con una gruesa capa de polvo, al final del salón había una enorme escalera, que supuso conducía a los dormitorios de las chicas. La profesora los hizo pasar a su despacho, Molly se sentó apesadumbradamente en la dura silla de madera. Su padre en el sillón.

Inició una larga plática entre el señor Evans y la profesora (era la encargada del Instituto) donde le explicó la situación de Molly. Ella estaba observando el reloj cuyas manecillas parecían no moverse en absoluto. Después de 20 minutos que le resultó una eternidad, la Profesora Burbaje se levantó del asiento.

-Venga señorita Molly, le mostraré su habitación-dijo la profesora- Más vale que ya se despidan- añadió por último.

Molly caminó rápidamente hacia su padre y le dio un tierno abrazo.

-Cuídate pequeña, nos veremos dentro de un mes- dijo su padre dándole un beso en la mejilla.

-Adiós…- dijo la pelirroja subiendo los primeros escalones de la escalera, -¡Te quiero papá!

La profesora Burbaje la guió a través de muchos pasillos en penumbra, Molly sólo veía puertas, puertas y más puertas, por fin llegaron. Divisó la puerta de entrada a su dormitorio, era la número 113 y decía en letras doradas “Molly Evans”.
-Pasa por favor- dijo la profesora mientras abría la puerta con una reluciente llave
- Ya es hora de acostarse, sólo desempaca y te irás a la cama, mañana te explicaré las reglas y conocerás a tus compañeras.
-Está bien- respondió de mala gana la pelirroja.

Cuando Molly por fin oyó muy lejos de ella el suave tintineo de llaves que hacía la Profesora al caminar, se tiró bocarriba en su cama y miró la habitación.
Era un cuarto pequeño, las paredes eran color beige claro, había un gran armario de madera, al lado de la cama, un buró con una lámpara de noche y muchos cajones y al lado de la ventana, un bonito escritorio.
Molly se levantó de la cama y miró por la ventana, tenía vista al parque, que a esas horas de la noche estaba solo, nada más que las tenues luces de los postes iluminaban los solitarios juegos.
Se quitó su suéter y de su maleta sacó la bata de dormir, era azul celeste y de manga larga, se la puso y se amarró su larga melena pelirroja en una coleta; se volvió a tumbar en la cama mirando hacia el techo, no tenía ganas desempacar, no tenía ganas de observar más la habitación, no tenía ganas de nada.

-Así que aquí estoy- pensaba Molly – No sé cómo papá logró convencerme de venir a esta estúpida escuela- y absorta en sus pensamientos quedó dormida.


Capítulo # 2

Molly se despertó somnolienta, tardó unos segundos en darse cuenta en donde estaba y de comprender como había llegado hasta ahí. De mala gana se levantó de la cama, suspirando empezó a meter toda la ropa de su maleta en el armario, cuando terminó, vistió el uniforme del Internado que consistía en una simple falda gris, zapatillas negras, una blusa blanca y un suéter café. Se cepilló sl largo pelo y se miró en el espejo; se encontró un poco incómoda al verse con ese extraño atuendo, el suéter le quedaba grande y estaba muy arrugado, y la falda por el contrario le quedaba muy corta, frunció el entrecejo y trató de alisar el suéter con las manos, pero éste se empeñaba en permanecer arrugado; por fin se dio por vencida y se miró el rostro.

Molly era una chica muy linda, (aunque ella siempre afirmaba lo contrario), su cara tenía facciones finas, unos labios rosados, centellantes ojos verde-esmeralda y la cara surcada de pecas, su larga y lacia melena pelirroja caía sobre los hombros; era delgada pero ya se estaba desarrollando (pronto cumpliría 14 años), tenía un cuerpo muy bien formado y no era ni alta ni baja de estatura.

Se frotó los ojos para despertarse bien y se dispuso a bajar al comedor. Estaba muy nerviosa ya que anoche había llegado tan tarde que todas sus compañeras estaban dormidas y no había charlado con ninguna.

-¿Qué tal si no le agrado a nadie?-se preguntaba preocupada - ¿Qué tal si no logro hacer amigas y a todas le caigo mal?- Molly empezó a transpirar a causa de los nervios, pero reflexionando llegó a una conclusión:
-Si nadie quiere ser mi amiga, no es mi problema, bien puedo arreglármelas sola-, pensó encogiéndose de hombros.

Por fin divisó una gran puerta que tenía un letrero “Comedor- cocina”, se dirigió hacia ella, podía oír todo el murmullo de voces dentro. Miró el reloj al otro lado de la pared, eran las 9 y media, la Profesora Burbaje no la podía culpar si llegaba tarde, ¡no le había dado los horarios de las comidas, ni de las clases ni de nada! Si entraba justo en ese momento cuando todas las chicas estaban ya desayunando iba a ser el centro de atención, cosa que no le agradaba en absoluto, prefería esperar allí afuera. Pero su estómago opinaba lo contrario, se estaba muriendo de hambre, con eso de que se había ido a la cama sin cenar….

Reunió todo el valor que encontró en su ser y dando un largo suspiro abrió la puerta. Lo primero que vio fueron dos largas mesas, había como cincuenta chicas en cada una de ellas, platicando y comiendo animadamente, Molly empezó a caminar por el pasillo que dividía las dos mesas, de pronto todo el murmullo y el alboroto en el comedor desaparecieron. Todas las miradas se posaron en la chica pelirroja que acababa de entrar. Las alumnas conversaban entre ellas, Molly alcanzó a distinguir algunos susurros que sonaban así como “¿Quién es ella? o ¿A qué hora llegó? La inconfundible y autoritaria voz de la Profesora Burbaje que estaba sentada en la mesa de personal resonó por el comedor.

-¡Silencio!, ya basta- dijo la Profesora con voz fuerte pero sin gritar- Ella es Molly Evans y llegó anoche, por favor recíbanla como es debido- Molly por favor siéntate y sírvete.

Molly localizó una silla vacía al final de la segunda mesa junto a una muchacha rubia y robusta peinada de coletas de mirada cabizbaja y rápidamente se dirigió hacia ella, cuando se sentó la chica rubia la observó detenidamente y le estrechó la mano.

-Hola, soy Susan Carter , es todo un placer- dijo la rubia con una sincera sonrisa.
-Igualmente- dijo Molly estrechando su mano- perdona que me haya sentado aquí tan bruscamente, es que no había ningún otro lugar vació.
-No te preocupes, de todas maneras, casi nunca tengo a nadie con quien charlar- hizo una larga pausa- Ella se lo prohíbe- dijo Susan señalando disimuladamente a una chica alta, de pelo castaño oscuro y ojos cafés, de mirada arrogante. Era extremadamente guapa. Molly miró a su alrededor, había un grupito como de diez chicas observándola embobadas, asintiendo a todo lo que ella decía.Al parecer estaba contando una anécdota muy divertida e interesante porque todas la miraban con admiración y a la vez temor.

-¿Cómo que ella les prohibió a las demás hablarte?- preguntó la pelirroja mirando con repulsión a la “chica guapa”.

-Bueno, ella es Rose, la chica más bonita del Instituto, tiene su manada de esclavas, sólo escoge a las más bonitas para integrar su grupito (también a las más tontas), se dedican a hacerle la vida imposible a las demás y a presumir a todo el mundo cada cosa que le ha regalado su padre, por que es alcalde, presidente o no sé qué…
-Pero, espera…- dijo impaciente Molly- O sea que ¿ella puede decidir a quién le pueden hablar las demás y a quién no?

-Molly, ella sabe todo de todas, logra enterarse de tus más profundos secretos y si no haces lo que ella te dice, la escuela completa se enteraría,
Ella no me aceptó en su círculo de amigas por que…bueno, tú sabes- dijo la rubia con una mirada triste – no soy bonita, todas las demás siempre se dedican a molestarme.

-¡Susan!, no puedo creer que le hagas caso a esa bruja, por supuesto que eres bonita, y aunque no lo fueras tú vales mucho más que ella, por Dios sólo mírala – terminó la pelirroja viendo hacia donde estaba Rose.

En ese momento estaba pintándose los labios con un llamativo labial rojo, y también se alisó el sedoso cabello café con una mano.

-Vamos Luciana, ¡apresúrate!- gritaba escandalosamente Rose aventándole una bolsa rosa llena de brillos a una pequeña de pelo negro – Lleva ésto a mi cuarto y me traes la otra bolsa, la del maquillaje de París- decía lanzándole una severa mirada a la chica que asintió y salió corriendo del comedor con la bolsa en la mano.

-Ustedes, espérenme en el jardín, tengo que ir al baño –dijo Rose mirando a las demás que también se levantaron de sus asientos.

-¿Lo ves?- dijo Susan desde el otro extremo de la mesa- Son sus esclavas, tienen demasiado miedo para desobedecerla.

-Pobres,… ¡que bueno que tú no eres una de ellas!- dijo Molly.

-Gracias – murmuró la rubia chica con una sonrisa.

Molly terminó de desayunar un poco después de Susan que comía desesperantemente lento y por fin salieron al patio a tomar un poco de aire fresco.

-Y.... ¿de dónde eres Molly ? -

-De Londres, sé que está muy lejos pero es que mi madre murió hace un mes y pues, mi papá no puede cuidarme, así que me metió a este Internado – dijo la pelirroja.

-Lo siento mucho- dijo Susan - Sabes que puedes confiar en mí.
-Gracias, la verdad nunca pensé que fuera a hacer una amiga tan rápido- le dijo mientras caminaban a aso lento hacia los jardines del Instituto.

Era un gran patio central lleno de árboles y setos llenos de flores.
Molly avanzó hasta una banca y se sentó junto a Susan. Entonces leyó arriba de un muro alto un gran letrero que decía “Instituto para Varones Benjamín Franklin”.
¿Qué? ¿ O sea que al lado de su internado había uno de chicos?

-Susan, ¿qué es eso?
Le preguntó Molly señalando con el dedo el gran letrero de la escuela vecina.

-La escuela de los chicos por supuesto- contestó la rubia sin prestarle mucha atención a Molly.- ¿No sabías que estaba allí?

-¡No! Mi padre nunca me lo contó.
-Pero de todas maneras no nos juntamos, estamos completamente separados- dijo Susan mirando hacia el gran muro que separaba a los Institutos - Pero hay un pasadizo secreto por donde puedes entrar a su jardín.

-¿Qué? - peguntó la pelirroja, éso de “pasadizo secreto” le había sonado muy interesante.
-Sí Molly, mira por allá atrás del seto hay una pequeña puerta tapada por las plantas que sólo la usa el jardinero para ir de una escuela a otra más fácilmente.

-Wow- susurró Molly, por fin se había dado cuenta porqué Rose y las demás chicas tenían tanto interés en salir al jardín. En ese mismo momento varias estudiantes entraban sigilosamente por la puerta secreta. Molly distinguió una cabeza de sedoso pelo castaño oscuro entre la multitud de chicas.

-Y…las maestras ¿no se dan cuenta? -preguntó Molly.

-Jul – Susan estaba absorta en una lectura del libro de Historia – ¡Aah no! Molly, no se dan cuenta.

Y con esto la pelirroja se dio cuenta de que la charla sobre “el pasadizo secreto” y los encuentros con “chicos al otro lado de la puerta” había finalizado.

Capítulo # 3

Molly estaba tumbada en la cama, muy cansada después de un día ajetreado; después de esa hora libre del desayuno había tenido un sinfin de clases, de no haber sido por la ayuda de Susan, se habría vuelto loca.

Pero algo seguía dando vueltas en su cabeza, el pasadizo secreto ¿Cómo era que las maestras jamás se habían dado cuenta de que existía? ¿Qué harían los chicos del otro lado al ver entrar a las estudiantes a su terreno? Seguro ya las conocían y mantenían también el secreto, tal vez varias ya tenían novio y se veían a escondidas cada receso. Molly nunca había pensado en tener novio, sólo había tenido uno, por 10 minutos, cuando tenía cinco años, era su vecino y se llamaba Michael. Molly sonrió al recordar su pequeño romance.
Tal vez si despertara a Susan, podrían ir a explorar, a Molly siempre le habían gustado las aventuras, el misterio y el suspenso, pero imaginó la cara de su amiga cuando fuera a invitarla a su aventura nocturna, así que abandonó su plan, ya iría después ella sola.
Apagó la lámpara y en poco tiempo se quedó dormida.

Molly se despertó sobresaltada. Miró el reloj, eran las 3 de la mañana, había escuchado un ruido debajo de su cama, un ruido extraño pero constante, una especie de chillido pero se oía más abajo, como si hubiera un sótano o algún piso inferior.
-Ya basta Molly- pensaba para sí– Son sólo alucinación tuyas, tal vez es la madera que cruje de tan vieja que está. Se volvió a recostar sobre la almohada, pero los ruidos se siguieron escuchando, también le pareció oír un sollozo, después de mucho esfuerzo por fin cayó en los brazos de Morfeo.

Al día siguiente Molly se sentía cansada, no había podido dormir muy bien, esos ruidos habían continuado toda la noche.
Estaba en la clase de Matemáticas recargada sobre la mesa banco, volteó hacia Susan que le sonrió.

-Señorita Evans, podría decirme cuanto es x4 + x5 – x5 entre x-5 - preguntó súbitamente la Profesora Parker, era una señora regordeta y de mejillas rosadas, pero era muy estricta en lo que a disciplina se refería.

-Oh….yo…- Molly bajó la cabeza – No lo sé.
-Molly, tienes que ponerme atención cuando explico cómo hacer una división algebraica, por eso luego te confundes-dijo comprensivamente la profesora.
-Sí maestra-la pelirroja se volvió a recargar sobre la mesa banco y puso la mayor atención posible en los difíciles ejercicios de álgebra que escribía la profesora en el pizarrón.

Después de una hora de total aburrimiento, las amigas salieron del aula de matemáticas hacía el comedor.

-Susan, ¿hay un sótano o algo así en la escuela?- preguntó Molly deseosa de saber de dónde provenían los ruidos que había escuchado la noche anterior.
-No, que yo sepa no – contestó Susan.

-Entonces… ¿De donde o por qué los había oído?, tal vez todo había sido un sueño o producto de su imaginación, pero habían sido tan reales…, bueno por ahora no quería pensar en eso. De pronto su vista se detuvo en el espeso seto que se alzaba ocultando el pasadizo. Aún no quería contarle sus sospechas a Susan, la tomaría como una tonta niña pequeña así que decidió cambiar el tema antes de que su amiga le hiciera más preguntas.

-¡Hey Susan! ¿Qué tal si entramos al jardín de la otra escuela por la puerta secreta? Molly miraba directamente a los ojos tratando de convencer a su amiga.

No Molly, yo siempre he querido entrar, pero Rose y las demás prohíben pasar a las que no son de su grupo al internado de los chicos.

-Vamos Susan, por favor, hazlo por mí, sólo hay que asomarnos una vez, si ellas aparecen las enfrentamos.
-Pero Molly, ellas….son, ¡Malvadas!
-Ya Susan, sé valiente, es hora de que les des su merecido – diciendo ésto Molly tomó a su amiga por el brazo y mirando hacia los extremos se dieron cuenta que la mayoría de las estudiantes ya se hallaban en el comedor, así que sigilosamente se dirigieron hacía el seto.

Por fin entrarían al jardín del otro lado, aunque en verdad ella no sabía por qué tenía tanto interés en ello. Allí estaba la fría puerta que se confundía con la pared, detrás del gran seto que ocultaba su existencia; las dos chicas se adentraron en el seto y empujaron la puerta, era un jardín similar al del internado de las chicas, sólo que se veía un poco más descuidado y seco. Molly cerró lentamente la puerta detrás de ella, de pronto escucharon el inconfundible crujido que hace alguien al caminar por el pasto seco, un extraño hombre de barba se acercaba caminando hacia donde ellas estaban.
Rápidamente las dos se escondieron detrás de una fuente.

-¡Molly! ¿Qué hacemos?- susurró desesperada la rubia que parecía a punto de
llorar.
-No lo sé, ¡ shhhhh !- murmuró aún en voz más baja la pelirroja al oír que el sujeto se aproximaba a ellas.

-¡Hey! Por aquí, vengan- dijo cautelosamente una voz a detrás de la pared, Molly y Susan se dirigieron hacia él gateando lo más silencioso posible, por fin corrieron rápidamente y se pararon resoplando del otro lado del muro.

-¿Qué hacen aquí?- pregunto el chico que las había salvado, era castaño y de ojos grises, tenía una mirada bonachona y era muy alto.
-Lo que las demás chicas hacen – dijo Molly tratando de parecer intimidante, no confiaba mucho en aquel ojigris.

-¡No!, ya nos íbamos – la interrumpió la rubia que se veía muy nerviosa – Por favor sólo indícanos la salida, si nos encuentran aquí, nos matarán – Susan simuló con su mano un hacha cortando su cuello con cara de dolor.
-No hay otra salida, tienen que regresar por la misma puerta que entraron- replicó el ojigris posando su mirada en Molly.

Molly se asomó sigilosamente, el sujeto de barba ya se había ido, así que tomó a Susan del brazo y susurrando un “gracias” al chico, corrieron velozmente hacia la puerta y entraron a su familiar patio. Pero justo cuando iban saliendo del seto, apareció un grupo de chicas:

-¿Y qué hacen ustedes aquí? – la inconfundible voz chillona de Rose se alzaba entre los murmullos de sus fieles seguidoras.

-Este, pues nosotras….-Susan había bajado la cabeza.
-¿Qué te importa?- la interrumpió Molly, - Nosotras hacemos lo que nos da la gana.

-¿A sí?, miren chicas la cerdita idiota y su nueva amiga zanahoria están enojadas. Rose las miraba fingiendo un puchero y todas las demás chicas se empezaron a reír como locas.

-Susan… ¿notas aquí un desagradable aroma? Huele como a estúpidas, mejor vámonos porque puede ser contagioso – Molly trató de avanzar pero las amigas de Rose le cerraron el paso.

-A nosotras nadie nos llama así ¿entendiste ratita?- Rose miraba con desprecio a la pelirroja- Ah! Y por cierto qué hacen ustedes aquí, ¿no saben que sólo mis amigas y yo podemos entrar al jardín del otro Instituto? Sólo nosotras somos bien recibidas allí.

-No es cierto – Susan habló tímidamente -hay un chico que nos ayudó y…
-¿Qué?, ¿Cómo que un chico? No habrá sido Charlie… – Rose estaba roja de furia.

En ese momento Molly deseó con todas sus fuerzas que aquel chico ojigris que las había ayudado a salir fuera el tal Charlie, eso pondría furiosa a Rose.

-Ya vámonos Susan, estoy harta de estar entre esta gentuza y de contarles nuestra gran aventura con Charlie - y diciendo ésto Molly y su amiga corrieron escaleras arriba para su clase de Ciencias Naturales.

Capítulo # 4

Y así pasaron los meses, llegó el invierno entre clases, tareas, exámenes, más visitas secretas al otro jardín (claro, cuando Rose y las demás no estaban vigilando la entrada) se habían hecho amigas de Charlie que habia resultado ser el novio de Rose, Molly se llevaba muy bien con él, por supuesto esto a Rose no le agradaba en absoluto, así que buscaba cada oportunidad para molestar a Molly y a Susan.
El señor Evans ya había ido a visitar a su hija dos veces, ella lo encontraba muy cansado, pero bien de salud, sus visitas la habían alegrado mucho. A Susan nadie la visitaba, sus padres habían muerto y su tía era quien la cuidaba pero nunca podía ir a verla al Internado.

Sin embargo, había algo que la seguía intrigando, aunque pasó como un mes sin que se escucharan los extraños ruidos debajo de la cama, la última semana de noviembre se oyeron con mayor frecuencia, aún Molly no le había contado nada de eso a Susan, no quería preocuparla más de lo que ya estaba, (le daban ataques de nervios cuando se avecinaban los exámenes) pero Molly no sabía lo que le esperaba aquella fría noche del 28 de noviembre.

Eran las nueve de la noche, Molly estaba en su cuarto arreglando el armario, clasificaba su ropa de acuerdo a la que frecuencia con que las usaba, la ropa ligera para verano la amontonaba en un rincón, la de invierno la colgaba en los ganchos. De pronto distinguió el destello de algo en un rincón del armario, era la cajita donde guardaba la pulsera de su madre.

La sacó y la abrió cuidadosamente porque era su tesoro más preciado, esa era la pulsera de oro que le había regalado su madre en su cumpleaños; se tumbó en la cama con la cabeza hacia el suelo, le gustaba estar así, admirar sólo el viejo techo de la habitación y empezó a juguetear con la pulsera en sus manos, era muy bonita, tenía corazones dorados y brillaba espectacularmente para ser tan pequeña.

En un abrir y cerrar de ojos, la pulsera se le resbaló de las manos y cayó debajo de la cama, Molly rápidamente se hincó sobre el suelo y se asomó debajo de la cama.

-Tiene que estar allí, no la pude haber perdido- murmuraba para sí, mientras con su mano trataba de localizar la pulsera en aquella oscuridad.

Por más que buscaba, no lograba encontrarla, sólo palpaba con la mano la fría madera del piso, así que tomó una decisión, debía mover la cama, tenía que encontrar la pulsera de su madre.

Se puso de pie y con todas sus fuerzas trató de empujar la cama hacia el otro extremo de su cuarto, después de un minuto la cama se había movido unos cuantos centímetros así que siguió empujando hasta que logró moverla.

Cual no sería su sorpresa al ver que en medio de su cuarto, en el polvoriento piso de madera que estaba debajo de su cama se encontraba una trampilla, sí una trampilla por donde fácilmente cabría una persona.
La chica sin pensarlo dos veces decidió entrar; estaba nerviosa, no sabía lo que encontraría allí dentro, tomó una linterna de su maleta y se dispuso a bajar. Jaló hacia ella la cerradura de la trampilla, que se abrió al instante, salió mucho polvo por lo que Molly empezó a toser. No había ni rastro de la pulsera.

-Tal vez por fin descubra de dónde provienen los ruidos – Molly pensaba para ella, se había olvidado completamente de la pulsera perdida.

Había una estrecha escalinata de piedra, conducía a un sótano o a algún piso inferior (tal como Molly lo había pensado) empezó a descender por la escalera, estaba muy húmedo y en una fracción de segundo alcanzó a distinguir un sollozo, ¿serían los mismos que se oían cada noche? ¿Quién sería aquella persona que lloraba?
Siguió bajando la escalera y llegó a una especie de desván iluminado por unas cuantas velas, había un sin fin de objetos viejos, un estante repleto de libros, cortinas rotas, cuadros antiguos entre otras cosas todo tenía una gruesa capa de polvo, pero detrás en una silla de madera, gracias a la luz de su linterna, Molly distinguió una silueta de una persona.
Molly ahogó un grito, quería regresar, empezó a correr para subir la escalera cuando de pronto una voz la llamó.

-Por favor espera – una voz varonil que procedía de la persona que estaba sentada en la silla se iba acercando a la pelirroja que estaba paralizada en una esquina.

-¿Cómo llegaste aquí?- el individuo se iba acercando más cada vez.
Molly estaba paralizada, muerta de miedo, no sabía quién era aquel extraño sujeto.

-Yo...¿quién eres tú?- preguntó la pelirroja con voz entre cortada.

-Soy James Thomas, ¿y tú?- se acercó aun más a la chica, la tenue luz de la vela iluminó su rostro, era un chico de facciones finas, cabello negro y unos penetrantes ojos azules. Molly se quedó observándolo un momento.

-Soy Molly – la chica empezó a caminar por todo el lugar un poco más tranquila.
-¿Cómo encontraste la entrada a mi guarida?-preguntó el pelinegro.
-¿Tu guarida?, ¿Qué clase de sitio es éste?- Molly observó el estante de libros, tenía por lo menos cien.
-Sí, éste es el lugar a donde vengo cuando me siento triste- James se ruborizó-
Y también aquí crío a mis mascotas.
Acercó la vela hacia un rincón de la habitación, había una gran jaula de hámsters que chillaban y se movían sin parar.

-Así que estos animales eran los que no me dejaban dormir en la noche –dijo la pelirroja.
-Supongo, pero ¿Cómo es que llegaste hasta aquí?- Molly se dio cuenta de que el ojiazul parecía ansioso de conocer la respuesta a esa pregunta.

Molly le contó la historia de la pulsera perdida, de la trampilla y de cómo había llegado hasta allí, él le que cada noche bajaba por una trampilla igual a la que había en el cuarto de Molly y venía a refugiarse en “la guarida” porque necesitaba estar solo, sus compañeros de cuarto eran muy revoltosos y no lo dejaban tranquilo, platicaron de muchas cosas, Molly sentía que eran amigos de toda la vida, era una extraña confianza y ganas de que la plática no acabara nunca….

-Molly, será mejor que te vayas, -James señaló el viejo reloj que marcaba las cuatro de la madrugada – Fue un placer conocerte – James esbozó una sonrisa.

-Está bien, igualmente, ¿nos volveremos a ver?- Las mejillas de Molly se acaloraron.
-Por supuesto, si es que vienes a visitarme – James la tomó de la mano y los dos chicos subieron la larga escalinata hacia la habitación de la pelirroja.

-Adiós- susurró Molly- Suerte con tus hámsters.
-Hasta pronto madame – James hizo una reverencia y de nuevo bajo la escalinata.

Molly volvió a empujar la cama a su lugar original y cayó dormida soñando con un apuesto chico debajo de la trampilla que era criador de hámsters.

Capítulo # 5

Molly aún no estaba segura de si todo había sido un sueño o había sido verdad, por eso justo al amanecer se asomó debajo de la cama con una linterna y al ver la polvorienta trampilla sonrió.

Cada noche, Molly bajaba la escalinata hacia “la guarida” donde la aguardaba un chico lleno de sorpresas, caballeroso y sincero; platicaban durante mucho tiempo, ella le ayudaba con los hámsters y él con la tarea de matemáticas por que era buenísimo. Molly sólo aguardaba que acabara la hora de la cena para subir de nuevo a su habitación y cuando todas sus vecinas de cuarto apagaban las luces empujaba la cama y bajaba por la trampilla.
Esa noche los dos estaban limpiando la “guarida” por que las telarañas se empezaban a acumular en los rincones, Molly le estaba contando como era Londres.

-Y los edificios son muy bellos, James – la pelirroja estaba sacudiendo el estante de libros.
-¿Qué te pasa? El chico estaba muy callado y pensativo.

-Molly, tengo que decirte algo – tenía una mirada triste – Mis padres quieren que nos mudemos a Francia, me iré del Internado pasado mañana.

-¿Qué? – Molly se había quedado sin habla-No, James, tú no puedes irte, es una broma ¿Cierto?

-No, Molly, es verdad - James dejó la escoba en el piso y se tumbó en el antiguo sillón escarlata de la habitación.

-¡¿Me vas a dejar sola?!- Molly empezó a gritar - ¿O sea que les vas a hacer caso a tus padres y te vas a largar del Instituto? – Los ojos de la chica se llenaron la lágrimas.

-No, Molly, no es mi culpa, yo…
-¡Ya basta!- la ojiverde estaba dolida y se sentía traicionada - ¡Mi madre me dejó! ¡Mi padre me dejó también! ¿Y ahora tú me vas a dejar?

-¡Molly! Espera yo….- James la tomó del brazo.
Molly aventó el trapo al suelo y envuelta en lágrimas subió la escalinata y llegó a su habitación.

Al día siguiente todo le salió mal, había reprobado su examen de física por estar pensando en la pelea del día anterior, no quería que su mejor amigo la dejara, no quería.

Al medio día llegó a su cuarto y encontró un sobre de papel sobre su cama, lo abrió cuidadosamente y leyó el mensaje.

Querida Molly:

Lamento mucho nuestra pelea de ayer, quisiera que nos viéramos por última vez.
Te espero esta noche en el jardín trasero del Instituto para varones.
Espero que puedas ir, tenemos que despedirnos.

Con cariño, James.

Molly releyó la nota varias veces, así que sin perder un instante fue con Susan y le contó todo, Susan la escuchaba boquiabierta como si la historia de la trampilla debajo de su cama fuera fantasía, así que para que Molly pudiera ir en la noche con James, Susan debía hacer guardia en la habitación de la Profesora Burbaje que merodeaba por los pasillos de noche buscando cualquier alumna que desobedeciera las normas.

Llegó la hora, Susan iba en su bata de dormir y se paró detrás de un pilar que daba al patio, así podría hacerle una seña a Molly si la profesora se acercaba, era una noche lluviosa y fría. Molly salió de la escuela temblando, entró sigilosamente por el seto hacia el otro patio y distinguió una sombra.

-Hola- Molly estaba temblando de frío.
-Me alegra que hayas venido – James tenía una mirada de nostalgia – Vamos ten, te presto mi abrigo – el ojiazul se lo quitó y se lo colocó tiernamente a Molly sobre los hombros.
-Así que te vas… – Molly lo miraba.
-Eso parece – el chico pelinegro sacaba algo de su bolsillo que se movía – Toma Molly, esto es para ti, para que me recuerdes.
Era un pequeño hámster, lo depositó en las manos de Molly que estaban empapadas bajo la lluvia.

-Gracias James – una lágrima surcaba las mejillas de la chica que se mezclaban con las gotas de lluvia.
-Molly, yo… - James tomó las manos de ella entre las suyas.

Pero no fueron necesarias más palabras, todo estaba claro entre los dos.
El chico tomó entre sus manos el rostro de Molly y ella lo rodeo con sus brazos, se fundieron en un maravilloso y cálido beso sin importarles lo mojados o congelados que estaban bajo la lluvia.

-Molly, te amo- James la abrazó tiernamente
-Yo también te amo – y jurándose amor eterno los chicos de nuevo se unieron en un cálido beso mientras las gotas resbalaban por las mejillas de ambos.

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